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Contraseñas seguras: cómo crear y recordar tus datos de inicio de sesión

 

Tu contraseña es tu llave: protegerla bien es proteger tu vida

Vivimos en una época en la que gran parte de nuestra vida se almacena en la nube: nuestras fotos, nuestras cuentas bancarias, los historiales médicos, las conversaciones privadas, la vida laboral y hasta la sentimental. Y aunque nos parezca que todo eso está guardado en servidores muy lejanos y seguros, la verdad es que, muchas veces, todo ese universo depende de una única cosa: una contraseña.

Podemos tener los mejores dispositivos, los antivirus más caros o las apps más modernas, pero si usamos una contraseña débil —o peor aún, la misma para todo— estamos dejando la puerta abierta de par en par a cualquiera que quiera entrar.

Una experiencia que me cambió la manera de pensar

Durante años pensé que era lo suficientemente cuidadoso. Usaba un par de contraseñas “seguras”, o eso creía yo, y las alternaba según la plataforma. Un día recibí una notificación inusual en mi correo principal: alguien había intentado iniciar sesión desde un país que jamás había visitado. Al principio pensé que era un error, pero en cuestión de horas, comenzaron a llegarme alertas de intentos de acceso a otras cuentas, desde redes sociales hasta aplicaciones de trabajo.

Fue ahí cuando entendí que una sola filtración podía desencadenar un efecto dominó que comprometiera toda mi identidad digital. Por suerte, logré reaccionar a tiempo. Pero desde ese momento, decidí no dejar mi seguridad digital en manos del azar ni de una contraseña que llevaba años sin cambiar.

El problema de las contraseñas: muchas, repetidas y débiles

Hoy en día, según datos de LastPass (el conocido administrador de contraseñas de LogMeIn), un usuario medio maneja entre 70 y 100 contraseñas activas. Piensa en tus propias cuentas: redes sociales, bancos, tiendas online, suscripciones a servicios de streaming, plataformas educativas, correos personales y laborales, apps de salud, transporte, energía, agua, trabajo... ¿Las recuerdas todas? ¿Y son distintas entre sí?

Es normal que no. Y es ahí donde aparece el problema: muchas personas optan por reutilizar la misma contraseña en distintas plataformas. O incluso por usar contraseñas que no cambian en años, que son fáciles de adivinar o que contienen datos personales.

El riesgo no es pequeño. En los últimos años, se han filtrado más de 555 millones de contraseñas en la web oscura, a menudo como consecuencia de hackeos masivos a grandes plataformas. Esto significa que una contraseña que tú crees que es “secreta”, puede estar expuesta sin que lo sepas.

Las consecuencias de una filtración: más que un susto

Perder el control de una cuenta no es solo un engorro. Es una amenaza real. Las consecuencias pueden ser:

  • Robo de identidad: con tus datos pueden abrir cuentas bancarias, pedir préstamos o realizar estafas a tu nombre.
  • Acceso a tus fondos: si acceden a tus cuentas bancarias o pasarelas de pago, pueden vaciar tus ahorros.
  • Filtración de datos personales: tus fotos, mensajes privados o documentos sensibles pueden acabar expuestos.
  • Acceso a tu trabajo: si utilizan tu correo laboral, pueden enviar mensajes en tu nombre o manipular documentos corporativos.

Y lo más grave: un error de seguridad en una sola cuenta puede derivar en una cadena de accesos comprometidos si reutilizas la misma contraseña.

Entonces, ¿cómo creamos contraseñas seguras?

Aquí no se trata de “ser paranoico”, sino de aplicar buenas prácticas que ya conocemos, pero que muchos siguen ignorando. Las contraseñas seguras tienen ciertas características esenciales:

1. Que sean largas

Cuanto más larga es una contraseña, más difícil es que un sistema automatizado la descifre. Hoy se recomienda un mínimo de 12 caracteres. Lo ideal: entre 16 y 24.

2. Que mezclen tipos de caracteres

Una buena contraseña debe incluir:

  • Letras mayúsculas y minúsculas.
  • Números.
  • Caracteres especiales como #, %, @, &, =, !.

Por ejemplo: SolNaranja@85_Perla! es mucho más segura que solnaranja85.

3. Que no incluyan datos personales

Evita nombres, apellidos, fechas de nacimiento, lugares donde vives, el nombre de tu mascota o tu equipo de fútbol. Todo esto puede encontrarse en redes sociales.

4. Que no sean palabras reales o secuencias comunes

Contraseñas como qwerty, password, 12345678, micontraseña o admin2024 son tan comunes que los sistemas de ataque las prueban automáticamente en primer lugar.

5. Que no se repitan

Cada cuenta debe tener su propia contraseña. Repetir la misma en varias plataformas multiplica el riesgo.

¿Cómo recordar tantas contraseñas seguras?

Es imposible memorizar 80 contraseñas distintas, largas y complejas. Por eso, la solución más lógica es usar un administrador de contraseñas.

¿Qué es un administrador de contraseñas?

Es una herramienta que:

  • Genera contraseñas seguras de forma aleatoria.
  • Las guarda cifradas.
  • Las rellena automáticamente cuando vas a iniciar sesión.
  • Se sincroniza entre dispositivos.

Yo, personalmente, utilizo Bitwarden, pero también puedes considerar 1Password, KeePass (de código abierto) o LastPass. Estos gestores te permiten usar contraseñas complejas sin tener que recordarlas todas. Solo necesitas una contraseña maestra (que sí debes proteger con mucho cuidado) y, a ser posible, combinar con verificación en dos pasos.

¿Y si prefiero el método tradicional?

Hay quien desconfía de las aplicaciones y prefiere anotar sus contraseñas. Puede parecer contradictorio, pero apuntar las contraseñas en papel puede ser más seguro que tenerlas en un archivo de Word o en una nota del móvil.

La clave está en:

  • Usar un cuaderno físico exclusivo para ello.
  • Guardarlo en un sitio seguro (como una caja fuerte o un cajón con llave).
  • No dejarlo a la vista ni llevarlo contigo si no es necesario.
  • No prestárselo a nadie.

Yo tengo una libreta como copia de respaldo. No la uso a diario, pero me da tranquilidad saber que existe.

Cómo saber si mis contraseñas se han filtrado

Hay herramientas muy útiles que te permiten comprobar si alguna de tus contraseñas o correos han estado implicados en brechas de seguridad:

  • Have I Been Pwned: consulta si tu correo electrónico ha estado en una base de datos hackeada.
  • Firefox Monitor: similar, y se integra con tu navegador si usas Mozilla.
  • Google Password Checkup: revisa tus contraseñas guardadas en Chrome.

Usar estas herramientas de forma periódica te puede dar una gran ventaja: actuar antes de que te roben.

Lo que nunca debes hacer (y aún se hace mucho)

Aquí tienes una lista de errores comunes que debes evitar a toda costa:

  1. Reutilizar contraseñas en distintas plataformas.
    Si una se filtra, todas están expuestas.
  2. Usar contraseñas que ya han sido robadas.
    Muchos ataques automatizados usan listas de contraseñas filtradas. Compruébalas antes.
  3. Variar ligeramente una contraseña base.
    “MiContrasena2022”, “MiContrasena2023”... Son fáciles de detectar.
  4. Confiar en el navegador sin más.
    Chrome o Firefox pueden guardar contraseñas, pero no están pensados como gestores completos.
  5. Anotar contraseñas en notas digitales no cifradas.
    Un archivo de texto en el escritorio es un caramelo para cualquier atacante.
  6. No cambiar la contraseña cuando sospechas que ha sido comprometida.
    No se trata de cambiarla cada mes, pero sí ante cualquier sospecha.

Verificación en dos pasos: tu escudo invisible

Incluso con una buena contraseña, la autenticación en dos pasos (2FA) añade una capa extra de seguridad. ¿Cómo funciona?

Cada vez que inicias sesión desde un nuevo dispositivo, el sistema te pedirá algo más: un código temporal que se genera en tu móvil o se envía por otra vía.

¿Qué opciones tengo?

  • Aplicaciones de autenticación: como Google Authenticator, Microsoft Authenticator o Authy. Son más seguras que los SMS.
  • Llaves físicas de seguridad (Yubikey, por ejemplo). Muy útiles en entornos corporativos.
  • SMS (no recomendado): son vulnerables al robo de SIM o al phishing.

En mi caso, uso Authy para todo. Se sincroniza en varios dispositivos, funciona sin conexión y es muy fácil de usar.

Conclusión: la seguridad empieza contigo

Podemos culpar a los hackers, a las plataformas, al sistema… pero la realidad es que la primera línea de defensa somos nosotros mismos. Tu contraseña es tu firma, tu escudo, tu candado. Y si no la tratas con respeto, nadie lo hará por ti.

Empieza hoy. Haz una auditoría de tus cuentas. Cambia las contraseñas débiles. Usa un gestor. Activa la verificación en dos pasos. Y, si puedes, ayuda a quienes tienes cerca a hacer lo mismo.

Porque en la era digital, la seguridad no es solo un derecho: es una responsabilidad compartida.

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